sábado, 30 de junio de 2012

El final de los tiempos

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Invariablemente los profetas clamaban la hecatombe.
Todos los signos eran signos de duelo o de muerte.

Primero, los parias se rebelaron y mordieron las manos
de aquéllos, que nombraban, hacían y deshacían a voluntad,
con la fuerza del hierro y la soberbia del oro.

Todas las bestias redujeron a cenizas el pasto preciado
y volvieron la vista, y en estampida sofocaron al paria
y su sueño desvencijado.

Los poetas guardaron silencio,
consumando la noble tradición de la alta traición.

Los sustantivos se creyeron a salvo parapetados
en la perpetua semántica del diccionario.

El error es siempre craso.
El verdadero error siempre es fatal.

Nadie fue el primero en tirar la piedra,
mas la piedra fue y volvió,
cercenando miembros y salpicando sangre,
como un bumerán de odio.

Nuestra estirpe es necia,
somos hijos de los hombres que no sabían ser viento,
que consagraban sus vidas al tiempo.

Los restantes decidieron abolir los gobiernos,
y quemaron las banderas y los cementerios.
Comprendieron el juego de ser adjetivos,
de ser a duras penas aliento que mueve una brizna.

Los restantes engendraron otros tiempos,
y estos lo harán de nuevo, aunque sobre la palabra
y sea pieza de museo.

jueves, 28 de junio de 2012

Genética avanzada

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Siento como propios tus abismos,
todas las condenas a muerte,
los tumultos angustiantes
que invitan sonriendo al suicidio.

Siento cada grano de tiempo escurridizo
huyendo hacia atrás,
como si todo hubiera sido nada,
como si no importara la ausencia de sentido.

Me observo y te observo derrotada,
con apenas esperanzas para el ahora,
un ahora que se diluye en una lágrima
enquistada y absorta, fúnebre y rota.

Y todo lo que diga,
y lo que pueda llegar a decir,
se me antoja bagatela en tu ausencia,
aunque me mires y asientas, con la sonrisa tenue.

Aunque el futuro me mienta,
y prometa rosas y niños, puertas y trenes,
me planto aquí, enfermo de presente,
a custodiar tu sueño duermevela.

Intrascendencia

Cepillarse los dientes cada mañana,
automáticamente ojear el espejo
y descubrir el continuo ojeras orejas,
conjurar el disimulo.

El camino sempiterno que conduce
siempre a Roma,
dondequiera que esté.

Hablar como si todo importase
o como si nada importase,
tanto da.

Regalarse quizá una mirada furtiva,
una concesión al deseo más oculto,
y naufragar en sueño.

Mi tiempo es al fin y al cabo una ironía
que multiplica palabras de aire,
una ráfaga hilarante.

miércoles, 27 de junio de 2012

La inquina

Construirse esquivando dardos,
con veneno,
sentir todas las miradas rebosantes
de odios,
y seguir en pie,
como siervo de la inquina.

Parapetarse en un ego
que se resquebraja,
lamentando su dicha
y escupiendo su alegría.

Ofrecerse en canal al asesino.

Mi destino es mi carácter.

domingo, 3 de junio de 2012

Aires de guerra

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Arduo es el trabajo de cavar la propia tumba
y sin embargo los hombres se ayudan,
se dan la mano sucia de tierra y sonríen,
elevan a sagrado el sudor de sus frentes
revelando el irónico destino infame
de la pulcra inexistencia más allá de la carne.

Los hombres cantan canciones de siega,
marchan marciales en marchas triunfales,
con sangre firman armisticios en el aire,
se observan inquietos temiendo pelea.

Los árboles callan y otorgan, habituados.
Los insectos hambrientos presienten el festín.
La hora es llegada y el caos aguarda.

Todas las palabras son ofensa irreparable,
las patrias se inflaman, engordan y arden,
alimentando diferencia,
segregando odios razonables
que anidan en pechos desprovistos de razón,
apenas corazas que no esconden corazón.

Los estandartes abandonan sus guaridas,
los generales hollan nuestros sueños,
bendicen la barbarie con denuedo,
y los campos se abarrotan de suicidas.

Aires de guerra soplan,
y los poetas presienten
una nueva derrota.





sábado, 2 de junio de 2012

Desamparo

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Necesitas a veces una excusa
para salir a bailar desnuda
recordando amores de antaño
gozando, girando, soñando.

Sin embargo no hay excusa,
el tiempo se impone solemne,
solo sueña cuando duerme
y no llora, oculta en la penuria.

La culpa se entreteje en tus palabras
adelgazándolas, dejándolas sin aire,
construyendo versos de sangre,
suspiros que agotan un alma.

La salida se esconde y no hay puertas.

De la vida solo conoces la sal.