Celebérrimo estertor,
exabrupto final
de una vida insustancial
escrita en YO mayor.
Vinimos a hacer ruido,
gritaba,
a ser solo alarido,
a ser solo gemido.
Miraba en derredor
buscando penetrar
ávido de (a)humor
el umbral del más acá.
No moriré sin haber vivido,
decía,
adolescente,
apostando a ciegas su presente
ante un futuro siempre ausente
que solo promete olvido.
No era hedonista,
ni un conquistador empedernido,
más bien un trapecista
adicto a la adrenalina y al peligro,
un coleccionista de sueños,
un capitalista de libro.
Largo me lo fiais,
dicen que reza su nicho.