viernes, 26 de diciembre de 2014

La atalaya

Aún se escucha el rumor de alaridos,
el estruendo de estertores que acompaña a la batalla,
el crujir de los héroes vencidos,
la muerte ofrecida al altar de la Causa.

El viento pregunta quién ha ganado,
pero no aguarda respuesta. Él sabe.
Él cambia y me golpea.
Él me recuerda que estoy vivo. A mi manera.

En la distancia una jauría de niños
persigue su presa: la acechan pletóricos de alegría,
gritando denodados su eterna buena suerte,
la cercan con las fauces abiertas
y de bruces descubren el suelo,
la esperanza siempre es abstracta,
apenas otra palabra, una palabra nomás.

A veces llueve. A veces el sol aprieta.
Solo el viento es constante y es variable.
Solo el viento barre y lima.

Todos los hombres son nombres
que se hinchan de puro ego y revientan
para terminar en una piedra,
a merced del viento,
vueltos a la nada.
Todos los nombres son silencio.

Te siento también con tu vida a lo lejos,
cercana al horizonte,
ambigua y desnortada,
y te amo más que nunca, aunque tú no me veas.

El abismo me aturde y me atrapa,
mis piernas danzan macabras,
y ya solo encuentro palabras.


miércoles, 24 de diciembre de 2014

Viajeros & amantes

Rugimos un instante,
como leones orgullosos luciendo melena,
tras hacer el amor.

Quítate las vendas de los ojos,
repetía tu mirada felina
arañando un alma de seda.
Y yo a tientas respondía,
tembloroso ante tu ropa interior.

Solo vendo humo, aire gris y turbio,
confesaban mis manos exiguas,
con las palmas vacías y vueltas,
solo un instante de tiempo detenido.

Soñar es fácil con los ojos cerrados,
y entreabiertos,
para despertar en una lágrima
que aún calme la sed.
Como maná.

Los amaneceres siempre son tristes,
siempre son profundos,
un embrión de futuro con música de Kubrick,
un renacimiento.

A menudo los viajeros,
acostumbrados a perder sus trenes,
se sientan sobre su maleta
a dejar que la vida suceda,
como si no importara.

Pero importa.
Y a veces lo descubren
y se encuentran
y se aman.

Se aman,
aunque el tren no sea más que una ilusión
que no se atreve a ser destino,
aunque presientan en cada beso la semilla de un adiós,
porque ambos son viajeros amantes del camino.


martes, 9 de diciembre de 2014

Chavela

Chavela canta desgarrada,
y desgarrada desgarra
la esencia de la palabra,
y un alma en suspenso.

Chavela canta y teje,
como Penélope esperando el amor,
un sueño íntimo y lúbrico
para engañar al tiempo y al destino.

Solo la guitarra sabe llorar de alegría.

Chavela canta y el mundo baila
ajeno a un dolor que se intuye,
y un embrión de golondrina
se atreve a florecer.

Chavela canta y muere lentamente,
abrazada a una presencia ausente,
a una ausencia presente que recuerda
el precio que pagamos por la vida.

Chavela canta, y canta,
y cada verso hiere
y, al tiempo,
cicatriza las heridas.