No compraba tiempo
cuando giraba sin rumbo
ajena a la música
en cualquier discoteca.
No perseguía el amor
cuando sonreía obscena,
abría las piernas
y no llevaba bragas.
No vendía el humo
que impregnaba
de vacío y silencio
sus noches más brunas.
Simplemente vivía.
Sin rencores
ni permiso.
Izaba a veces
un pabellón pirata
y por robar te robaba
hasta el último aliento.
No tenía más ley
que el respeto que ofrecía,
ni dios, ni dueño, ni patria
que limitara sus sueños de paria.
No quería brillar
y ser la reina del baile,
pero sí quería bailar
por amor al arte.
Simplemente vivía.
Sin miedo
ni futuro.