Construirse esquivando dardos,
con veneno,
sentir todas las miradas rebosantes
de odios,
y seguir en pie,
como siervo de la inquina.
Parapetarse en un ego
que se resquebraja,
lamentando su dicha
y escupiendo su alegría.
Ofrecerse en canal al asesino.
Mi destino es mi carácter.
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