martes, 29 de septiembre de 2015

Matemáticas para dummies

Nunca fui bueno en matemáticas,
quizá por eso
no entiendo la distancia absurda
que separa dos líneas paralelas,
condenadas a mirarse y no rozarse.

No aprendí a despejar incógnitas,
aprendí a conservarlas,
a cuidarlas y verlas medrar
al abrigo de las certezas y los vendavales.

Uno y uno no siempre suman dos,
decía don César por motivos oscuros
y vete tú a saber si personales.
Yo eso sí lo entiendo.

No salí a buscarte.
No supe averiguar
a qué hora,
en qué lugar,
por qué camino,
en qué momento,
la vida cruzaría
tu moto y mi destino.  

La combinatoria nos es desfavorable
y acudimos a la enésima metáfora
suplicando otro motivo,
solo un axioma.

En la estación de lejanías
el tren que salía esta noche,
a las 23:50,
partió puntual,
y sin mí.

En el anden yacen mis dudas,
maldiciendo su vergüenza,
contando con los dedos hasta diez
más uno si asumimos la tristeza.

No, fue la poesía la que ganó la batalla,
no la geometría, no el álgebra,
por eso no entiendo de distancias
más allá de un silencio que se quiebra
si fluye la sangre del pecho a la garganta
y desbordan las huestes del sueño,
ávidas de permanencia.


Yo sigo aquí. Etéreo y elocuente.
Mirando unas manos propias
pero ajenas.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Tópicos literarios

Semper Fidelis,
gritaban los locuaces
mientras los poetas
cultivaban el silencio,
dejando hacer,
dejándose ir.

Los cómplices de la miseria
se rebelan hartos
de tanta conmiseración,
y rozan el ridículo.

Las horas se mecen en tu regazo,
insulsamente alegres
a pesar de nada.

Apenas las palabras desbordan,
y no son más que otro modo de callar.
Beatus Ille, piensas.
In vino veritas, aseveras.

De res natura es la lágrima
que convoca a los espíritus
y eleva a un hombre a los altares
de la propia existencia.

Y no caben respuestas
cuando las preguntas están de más.

No moriremos de amor esta noche.

sábado, 19 de septiembre de 2015

El jardín bajo tu cama

Todos los poemas tienen un último verso,
un punto final e inexorable,
un silencio asesino
tras la última palabra.

Ese es el momento decisivo,
los susurros se diluyen y penetran
la existencia reflejada en un vacío
que traiciona la memoria.

Los monstruos se hacen dueños
del jardín bajo tu cama
y todos los miedos se frotan las manos.

Los halagos te resbalan
y los relojes son afilados cuchillos
que se clavan,
un poco más,
y desangran.

Las miradas ausentes
te recuerdan quién eres
y el olvido que no es se impone,
perenne en la memoria.

Todos los poemas tienen un último verso,
un abismo de ecos
que subyugan y reverberan
horadándote a ti mismo,
desde dentro.

sábado, 12 de septiembre de 2015

El Gran Silencio


Miramos las estrellas y dibujamos sueños.
Todas las preguntas se agolpan
y se confunden
hasta el último grito:
¡existo, y te busco!

Supongo que tú también estás sufriendo
enfrentado a la insoportable levedad del ser,
al vacío insondable de un mundo
que nunca ha sido nuestro,
que nunca será nuestro,
que se basta a sí mismo.

Sin embargo estamos solos,
ontológicamente solos y jodidos,
al borde de la cordura.

Compramos excusas al peso
para dar otro paso y no claudicar,
esperando una respuesta,
conjurando una respuesta
y de rodillas.

Vendemos humo
y tiempo que huye,
un tiempo que no quiere ser cómplice
y se lava las manos.

A veces tiemblo y pienso en ti.
Sé que existes,
dondequiera y comoquiera,
eres.
La misma luz nos acaricia,
aunque yo no te vea
y cuestione a las estrellas.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Otro verso solamente

La vieja máquina de escribir espera,
paciente,
los dedos inseguros que la observan,
ávidos de un tacto que los redima.
Todos los poemas son estertores de poesía.
Todos queman.

Te perdí buscándote,
sabiendo que te perdía.
De bruces contra el tiempo.

Los relojes se obstinan
sobre todo los domingos,
y repiten y repiten
el instante de tu ausencia.

Mi voz, rota y culpable,
se apaga,
se niega.

Quise ser viento,
quise correr más rápido que el tiempo,
y apenas te vi,
ciego en mi miseria.

Mudo,
desnudo de soberbia,
elevo la mano y existo,
otro verso solamente.