El primer obús
cayó como un relámpago,
incendiando un
aire inmune al sonido,
condensando todo
el odio en un átomo
colosal y
fratricida, semilla de olvido.
Los tibios
huyeron como ratas,
anegando los
desagües,
emponzoñando
aguas y estanques,
enarbolando sábanas
blancas.
Los fieles, de
rodillas, imploraron,
cantaron himnos
vacíos,
confesaron todos
sus vicios,
ofrecieron sus
cadenas y candados.
Los parias
siempre alimentando el desamparo.
Los héroes,
enterrados.
Los
revolucionarios siempre vencen,
se apropian de la
verdad y su doctrina,
violan, matan,
sangran, ennegrecen
y se ungen
salvadores de patrias asesinas.
Salen a cazar
muertos cuando anochece,
con sus camisas a
juego,
con sus dientes
de leche,
inspirando terror
y cagados de miedo.
Y los muertos
conspiran,
planean su
venganza de don mendo,
sueñan con
reencuentros homicidas
predicando con su
ejemplo.
Los poetas,
hastiados, callan mientras tanto,
haciendo gala de
su eterna cobardía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario