no invento una metáfora.
Nace blanca como la leche
de un pecho materno que amamanta,
y poco a poco, sangre a sangre,
se va tiñendo ennegreciendo el alma.
La vida se detiene en meandros inútiles,
serpenteando, vagabunda, sin destino,
subyugada por una oscuridad selvática,
enajenando una vez y otra el camino,
echando el cuerpo a tierra y de bruces.
Y sin aviso se oye el rumor creciente del absurdo,
y se precipita sin red veloz hacia el abismo
ofreciendo un arcoíris que transforma el mundo,
ser cascada no es lo mismo que ser río.
La vorágine se apodera del tiempo,
cada gota esconde un océano ínfimo
suspendido en el aire un instante eterno
extranjero a la idea del olvido.
A veces es lluvia torrencial,
a veces es hielo derretido,
pero nunca sabe igual
que los besos de agua de Rocío.
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