Errar impenitente por los arrabales de la cordura,
como un ave eternamente peregrina,
esquivando espejos,
rompiendo espejos,
vomitando dolor a borbotones,
enajenando miradas,
se antoja un motivo insuficiente.
La huida solo ofrece agua salada,
y estoy sediento.
El pasado funda flores de luto,
tempus fugit,
locus eremus y amoenus se confunden,
y mi casa huele a cementerio.
El futuro es un espejismo certero,
un reflejo anonadado,
el recuerdo de un recuerdo.
No tengo excusas,
ni razones ni razón,
solo la rutina alimenta mis versos,
manidos e insignificantes.