Las calles ya no son las mismas,
han talado el árbol que trepaba tu infancia,
los jardines se avergüenzan vallados
y engordan los centros comerciales.
El puesto de castañas asadas sobrevive amenazado,
también la puta de la esquina
y la inquina esquiva de tus conciudadanos.
Los autos locos derrapan
temerosos de los viandantes que observan al acecho,
con el cuchillo entre las fauces.
La luminaria deslumbra y desorienta,
regala sombras propicias al desamparo,
a perder el alma y la sonrisa.
Deambulas casi ajeno.
Sin apenas rumbo.
Te pierdes.
Piensas en Heráclito y naufragas:
nada fluye, nada permanece.
Todo es tormenta.
Todo es tormento.
Otra estampa urbana que cercena.
Muy "sangre" un poema prosa urbano y claro Alvaro,me gustó mucho
ResponderEliminarGracias Rosario. Unha aperta!
Eliminar