gutural e insostenible,
se mantiene un instante,
áspero y acuciante,
y se extingue,
como el eco en un generoso abismo.
Nada tiene sentido,
el sentido se otorga sustantivando la nada,
adorando la palabra, siempre sagrada
y puta en cada giro.
Todo se estremece y reverbera,
yo apenas alcanzo a adjetivar,
se diluyen y entrelazan las fronteras
y una gota de agua es el mar.
Y sin embargo se mueve,
grité desconsolado ávido de amor,
ávido de sexo, de encender el sol
y verbalizar mi buena suerte.
Abruptos balbuceos adolescentes
muestran el camino del desvarío,
la absurda persistencia del vacío
que provoca la memoria tras la muerte.
La muesca y su pared,
una canción multiplicada hasta el hastío,
un modo de hacer,
de perderse sin dejar de
lado el camino.
Todos los mundos posibles son mi mundo,
yo construyo la historia y su verbena,
regalo mis ojos, ofrezco mi boca, libo tus venas
y si me escuchas retoño y doy fruto.
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