sábado, 12 de octubre de 2013

Imaginación


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Quizá las estrellas lucían
e iluminaban a todos los amantes
que, solícitos y anhelantes,
derramaban amor y saliva.

Quizá la brisa acariciaba
y la lluvia era maná
alimentando el mar
que rompe bajo la sábana.

Quizá resonaban canciones
que no hablaban de pérdida,
que alababan su belleza,
que soñaban sus amores.

Pero ella no ve más que un reloj de arena detenido,
una cascada de nada, un río de olvido.
Las estrellas titilantes permanecen ajenas o extraviadas,
incapaces de indicar el camino de vuelta a casa,
inservibles para los amantes ahogados tras el naufragio,
asidos, en acto de fe, compartiendo un eterno fracaso.

Mientras tanto yo la miro, desde mi atalaya,
silencioso y esquivo, absorto en su alma,
e imagino que yo la amo y ella me ama,
y volteamos el tiempo, y traicionamos al destino.

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