por un abismo de locura y asco,
que vendiste tus venas al desamparo,
que hiciste del fracaso un arte.
Él, que cerró los ojos y huyó
para no ver la tristeza que deja,
que quiso escalar sin cuerda
y como ícaro, besó el sol.
Yo, que naufrago cada día entre palabras que naufragan,
que enajeno caminos,
que cierro puertas y ventanas,
que me oculto como un chiquillo.
Ellas, que aprendieron a jugarse mi cordura,
que tejen y destejen a su antojo,
surtidores de versos y de duda,
ojos de la cerradura, puertas sin pomo.
Vosotros, que absurdamente perseguís mis quimeras
y apenas rozáis mi propia insignificancia,
y construís un sueño donde existen almas gemelas,
y descubrís horrorizados la esencia de la metáfora.
Nosotros, ese imposible que amamanta,
ese nudo en la garganta.
Jodidamente perfectos.
Me quedo con el tú y lo hago mío, es la excusa perfecta para seguir fracasando sin demasiado remordimiento de conciencia. (ríome).
ResponderEliminarMe gustó pasar por tus personales pro-nombres.
Abrazo.
Namasté.