yo erraba despacio,
apostando la cordura en el juego de quererte
y no quemarme,
y sin más, al doblar una esquina
descubres agazapado al asesino
vestido de satén y de mentiras,
y aceptas con resignación, tu mala suerte.
Mátame, pero lávate la cara,
el maquillaje disfraza la miseria,
desnúdate, hagámoslo en la cama,
si he de morir, te quiero cerca,
que tu boca sea mi último alimento.
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