Ella se giró una
vez más,
para cerciorarse
de que él seguía allí,
con los ojos
arrasados,
perdiendo otro
tren.
La huida es más
sencilla
cuando se niega
el amor,
cuando se
construyen muros
y se defienden
las fronteras.
Acomodada ya en
su asiento
se pregunta si
era cierto,
si sus besos, los
de él,
eran de cal o
eran de arena.
Se observa las
manos vacías
mientras crece su
desconfianza,
perder
absolutamente todo
no es lo mismo
que no ganar nada.
Mientras tanto él
la ve partir,
sentado en el
andén, fumando,
acostumbrado a
ver la vida desde fuera,
a lidiar los
toros desde la barrera.
No por cotidiano menos dramático. Dicen que siempre sufre más el que más ama o el más dependiente ¿no?. Vete a saber.
ResponderEliminarCuántas escenas como esta se ven con el trasiego vacacional en todas las estaciones.
Sigo diciendo que tienes espíritu rimador, te tira la música, Álvaro.
Namasté.
Los andenes y los aeropuertos siempre me han parecido lugares inquietantes, de reencuentros cálidos, despedidas amargas y soledades multiplicadas. Hay tantos poemas allí como miradas perdidas.
EliminarLa música y el verso me parecen algo muy próximo, sí...
Gracias siempre por tu atención Morgana.