Una furtiva lágrima asoma intempestiva
la comisura de tus labios perennes,
esbozando apenas una triste sonrisa,
y renegada, un dolor en ciernes.
Llevamos desde siempre hablando de lo mismo,
amor y muerte, no hay otra cosa:
amor a dios, a la mujer o amor al amor,
autoamor que se recrea en un espejo
y se descubre solo, muerto.
Y muerto descubre la muerte y su alivio,
su alivio y su desgarro.
Ahora, siendo otros, seguimos siendo los mismos,
un par de enajenados entrambos consumidos,
un ejemplo más de las veleidades de un destino
que, por no hacer mudanza en su costumbre,
bifurca los senderos, divide los caminos.
No puedo hacer más que repetirlo en el vacío
de esta página virginal que se me ofrece:
la angustia no es la falta de aire,
la angustia es la ausencia de sentido.
Hermoso, real y triste a la vez...me emociona la parte en la que haces referencia a la división de los caminos, que forma tan bonita de expresarlo.
ResponderEliminarOjalá nunca dejemos de hablar de lo mismo.
Un abrazo!!!
Gracias Raquel! Un abrazo fuerte!
EliminarAmor y muerte, vida y desamor, caminos que se bifurcan, desgarro, lágrimas... Pero todo eso tiene que tener algo bueno, digo yo. Aunque sólo sea que alguien lo exprese de una manera tan hermosa, en forma de poema.
ResponderEliminarUn beso, Álvaro.
Ojalá nunca nadie nos evite el dolor...
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