Desde este lado de la vida
la ventana se llena de adjetivos.
No es posible salir incólumes de este trance, desde luego,
pero antes de morir, mejor haber vivido.
Escuchar el mar,
lejano y cercano en un abrir y cerrar de ojos,
sentir su sal lasciva en la propia saliva
templando un carácter que forja destino,
se ofrece como la rutina de un antihéroe
que escribe poesía.
La ventana como una frontera entre dos mundos
que colisionan,
dulcemente cuando el silencio se hace balsa
y las palabras discurren tranquilas y de la mano
dibujando el embrión de un suspiro
o la sombra de una sonrisa,
o amargamente cuando
el silencio ahoga
y las palabras astilladas rasgan la garganta
y la sangre se confunde con la tinta
y todo todo todo pierde sentido.
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