Pincha aquí para escuchar el poema
El aire arde,
en llamaradas estalla la tormenta
y atraviesa el absurdo que heredan
los héroes cobardes.
La guerra ha terminado y los guerreros
retornan a sus casas muertos de vergüenza,
con el alma y el rabo entre las piernas,
prisioneros del miedo propio y del ajeno.
Los motivos y causas más nobles perecen
al primer entrechocar de espadas,
aunque el campo de batalla sea una cama
y se quieran amantes ambos combatientes.
Todos pierden al firmar el armisticio,
las heridas siempre supuran venganza,
y se miran y se miden con desconfianza
comparando sin piedad lo perdido.
La sangre ha de correr de nuevo,
no puede ser esta infame paz duradera,
el soldado se muerde las ganas y espera,
silencioso, otro tiempo de fuego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario