No eres propiamente tú
quien te observa al otro lado
(¿de dónde? ¿de qué?)
y piensa entenderte/se.
Observas y te observan
sin necesidad de ocultamiento,
desnudo ante ti,
sin excusas.
Ahora ya sabes quién eres.
(¿Sabes ya ahora quién eres?)
Buscas palabras
que engendran un silencio
frío y equidistante,
cordial e ingenuo.
Te hinchas o te encoges,
tanto da.
No hay juicio que te sostenga.
No hay asideros.
Tú y tu vergüenza
(la extrema soledad)
compartiendo nada.
Miras más allá
y te estrellas.
Pareciera que el más fuerte encuentro es con nosotros mismos, cuando traspasamos el ego físico y nada más rozamos la verdad del alma. Procesos necesarios para ser mejores personas, para quienes quieren serlo, claro. Excelente poesía, saludos.
ResponderEliminarY excelente reflexión, Paty. Gracias por emplear unos minutos de tu vida en mis desvaríos, me honras. Un abrazo. Ojalá nosotros sigamos queriendo serlo ;)
Eliminar