toman decisiones,
venden ilusiones
de cambio para que nada cambie.
Dibujan en los mapas líneas de odio,
sacralizan la diferencia
sementando una tierra
fértil para la ceguera y el arrojo.
Ustedes se arropan de razón
y multiplican argumentos sostenidos por la inquina,
y elevan al Olimpo la mirada aviesa de la envidia,
juzgando con ardor.
Bendicen y maldicen al son de las trompetas
que enardecen a la muchedumbre,
siempre presta a celebrar la lumbre
y a quemar al prójimo enemigo en la hoguera.
Ustedes rezan,
se arrodillan ante dios o ante una estrella,
entonan himnos
que adoctrinan en la sombra a nuestros niños.
Yo solo soy un poeta
que sabe que el soldado lleva coraza
no por proteger su corazón,
si no para ocultar su pena.
Un soldado traidor
que arrojado rehúsa la batalla
consciente del precio del amor.
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