gritaba con denuedo machacón el simple poeta,
a veces vivir o morir
es un pleonasmo.
Ella devoraba vampírica un ser imaginado en cada verso,
soñaba y se arrepentía,
temerosa de enfrentarse a un lúbrico espejo.
Estaban jugando a florecerse,
a regalarse palabras y recetas
para seguir jugando indemnes.
Él escribía tinta en llamas,
ella ofrecía su pelo ardiendo.
Él blandía su deseo,
ella agitaba sus alas.
En la mesa que ocupaban olvidaron un recuerdo,
el beso que no llegaron a darse,
un autógrafo escrito con deseo
y la promesa de volver a encontrarse.
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