Consejo de ministros
-¡Tenemos que agarrar el toro por
los cuernos! ¡Las cosas tienen que cambiar de una vez! ¡No podemos continuar
inermes! -Vociferaba el Presidente de espaldas al consejo de ministros,
sabiéndose odiado y temido por igual, y secretamente excitado por ello.
-¿Señor Presidente…? -intervino
dubitativo, como era su costumbre, el ministro de energía. -El Director General
de Petrol S.A. ha llamado esta mañana para advertirnos de que no soportará
nuevos gravámenes, todo incremento en coste empresarial será desviado al
consumidor, y ciertamente con recargo, según me parecía leer entre líneas. He
recibido comunicaciones en el mismo sentido de los responsables de Gas Estatal
S.A. y de Elecluz S.A.
El Presidente seguía de espaldas,
inmóvil. Hizo un gesto casi imperceptible desde la sala, pero todos intuyeron
que su mano acariciaba el habano que habían visto en el bolsillo de su
americana al comenzar la reunión. Solo él se permitía fumar en el palacio, ¡al
fin y al cabo era su casa!
La titular de la cartera de sanidad
lo miraba de soslayo, con una mueca de desaprobación.
-Y los bancos amenazan con cortarnos
el grifo y dejar de comprar deuda si no cubrimos sus pérdidas con dinero público.
-Añadió socarrón el ministro de economía y finanzas.
-¡Cabrones-hijos-de-puta! -estalló
el ministro de hacienda, con un gritito indefinido de placer o de ira.
El titular de educación y cultura,
en un alarde de ingenio, señaló, guiñando un ojo:
-Caballeros, haya paz. Ante todo,
¡la impostura! No se hagan pasar por radicales.
Ella se decidió entonces a hablar,
era hora de poner las cartas sobre la mesa.
-Hay un plan. Pero tiene un coste.
Escuchen:
"La situación actual es o puede ser
así: el estado está fragmentado. O no, Presidente, pero vamos a venderlo así.
Demasiada estructura. Demasiado funcionario independiente, pero privilegiado.
Las autonomías tienen demasiado poder, es decir, manejan demasiado dinero. Y
los ayuntamientos son un coladero. Los servicios sociales descentralizados
cuestan demasiado, y no son fácilmente controlables. Los ciudadanos se
acostumbran a vivir de subvenciones y no generan riqueza. Las universidades
están masificadas y los títulos devaluados. El acceso al crédito se democratizó
en demasía, y todos los demás problemas derivados.
Inflamemos las bases. No tardaremos
mucho. Favorecerá los cambios, los procesos de racionalización, la eliminación
de duplicidades. Construyamos un gran plan nacional para cada servicio.
Vendamos el servicio y hagamos caja. Reducimos gasto en salario público,
controlamos a la empresa privada (y su política laboral, consiguiendo así un
efectivo control sobre los salarios y los precios). Todo son ventajas. Control
a través de la empresa. Contentamos a todos."
-Excepto a la calle… -dijo algún
ministrillo del fondo.
-La calle no se enterará. La calle
es nuestra. -respondió airada la vicepresidenta, ahogando una tos.
El humo denso del habano flotaba en
la habitación como una cadena de interrogantes, rodeando la figura del
Presidente, estático y extático. Sin volverse murmuró con voz apenas audible:
-Depende neniña, depende.
Un aplauso, querido Álvaro, por tu humor tiñendo esta triste realidad. Fantástico.
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