Llegó sin ley,
canto festivo
que servía para no servir
y ser,
sin más.
Vino después herida,
untada en sangre,
ungida para nombrar lo inefable,
sagrada,
un germen de inmortalidad.
Sumar sentido.
Un mar sentido.
Cosmogonías del yo.
Terciopelo y ámbar,
tinta china e impostura.
Fue corazón,
con razón y sin razón,
y bendijo alcobas
que todo significaban
significando nada.
Amaneceres impíos
acechando metáforas del amor,
casi siempre equivocadas.
Fue olvido ahogado
en océanos de perdición,
un lugar común
para un poeta del montón.
Quiso ser también
martillo de brujos,
de indeseables,
de esta fiesta de disfraces
que llamamos mundo,
revelar y rebelarse,
ser aliento,
ser ráfaga de aire,
ser tú, ser él, ser yo.
Palabra juego,
palabra piedra,
palabra sangre.
Todo apunta al silencio.
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