Llueve.
Vives en Galicia.
Nada extravagante.
Ni para bien,
ni para mal.
Todo sucede.
Las espinas de la rosa
hacen sangrar,
y sonríes.
Y sonríes porque
has conseguido sangrar.
Vivir mata,
es cierto,
pero no hacerlo
es un suicidio,
bromeas,
inquebrantable
en este absurdo empeño.
Otras veces callas,
ausente,
porque solo el silencio
honra la palabra,
y permaneces,
como un faro
enfrentando la marejada,
aislado,
cercado,
siendo luz,
seguro de nada.
Todo tiempo acaba siendo ruina,
y nosotros solo fósiles con ínfulas,
dices, imperturbable,
mientras el mundo arde.
Al fin y al cabo, las cenizas regeneran.
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