Mis palabras no son nada
si tu boca no las dice
y al aire no las regala
con voz prudente y humilde.
Permanecen, sí,
pétreas en su camposanto,
inertes,
inservibles.
Exiliado de la bohemia
que enarbola el namasté,
perdido entre tanta feria
a mí me interesa usted.
Vos, que sos mi aliento.
Vos, que bendecís el viento.
Tú, que me preñas de presente
con tus cantos de sirena valiente,
que a pesar del dolor,
a pesar de la muerte,
sales a bailar con la más fea.
Y sonríes.
Vivimos ajenos al sentido
que el sinsentido pare a veces
y optamos por ignorar la evidencia
que sin embargo reverbera.
Todos fuimos nadie.
Todos somos nadie.
Por eso importa el amor.
Por eso existe la poesía.
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