a Héctor,
compañero de tantas batallas
Se han ido apagando las farolas
sin apenas percatarnos,
hemos perdido los santos y las señas,
y los sueños enlatados que soñamos.
Las facturas y fracturas nos acechan,
la bolsa o la vida, la ley del deseo,
saberse gigantes con pies de arena,
tunantes, aprendices de mortadelo.
Tú con tus historias y yo con mis cuentos,
ambos sin mordaza,
los dos quijotes sin remedio
dispuestos a la mancha
y la vergüenza.
y la vergüenza.
Los tiempos nunca nos ofrecen una tregua
y este empeño de seguir siguiendo a pesar de todo
comienza a tener un olor a odisea,
sin ítaca de fondo,
sin dioses ni héroes,
sin más estrategia que seguir boqueando.
No sé qué somos ni sé qué fuimos,
perdimos la cuenta de tanta verdad inventada
a las puertas insomnes de un tremendo delirio,
enajenando miradas,
eludiendo respuestas.
No sé, tampoco, qué puertas nos aguardan,
qué monstruos habremos de ser,
cuántas veces nos negaremos mutuamente.
A pesar de todo,
para mi,
¡¡¡Qué voz más bonita!!! Y el poema, of course...
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