Los hombres —y las mujeres— se abrazan y se besan,
una vez y otra, como en un ritual extraño y sin sentido,
mirándose fijamente a los ojos, reconociéndose.
Las palabras huecas se ensanchan de esperanza
y entre beso y abrazo se escucha como un susurro
la misma frase perenne, “aún sigo aquí”.
Porque nada dura eternamente.
Yo observo y dejo hacer, desde los palcos.
Me siento intrigado a contemplar el júbilo
de la renovación periódica y demente
de un espacio de tiempo imaginado.
Y también la derrota dibujada en algunas miradas.
Y las lágrimas ausentes de los que no.
Y, a pesar de todo, sonrío.
Porque nada dura eternamente.
Y porque nada dura eternamente
yo propongo fundar la esperanza cada día,
multiplicar besos y sumar abrazos,
festejar cada centímetro, cada milímetro
de todos los metros inabarcables,
dejar los palcos e implicarse.
A pesar de la sospecha de la muerte.
Sin ser una gran entendida en poesía, te felicito por esta reflexión. Todo aquello que no dura eternamente debe saborearse más si cabe.
ResponderEliminarAgradezco la felicitación!
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