No hay distancia que mi piel no recorra
para asirse imperdible a tu piel extraña.
Mi sexo late por ti,
como un corazón desbordado por el miedo
que se agita inmóvil presto a la estampida,
acechando tu desnudez,
perseverante en la visión del paraíso.
Mi cuerpo se estremece
si descubre en cualquier rincón un rastro
que oculte el eco de tu presencia,
aún un cabello olvidado
cómplice de los fantasmas de mis noches.
Mi aliento te busca como aire,
en cada una de tus palabras busco aromas,
simplifico mi existencia a tu contemplación,
ávida y lasciva,
y me recreo a mano almada en tu recuerdo.
No hay distancia que mi piel no recorra
si es tu piel la que espera mi llegada.
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