Ahí está,
esperándote,
fiel a la provocación,
siempre intempestiva
y presta al desamparo.
Aún rugen los leones
al amanecer,
cuando el mundo
se pone el traje de faena,
y tú no.
Rebelarse o morir.
Rebelarse y morir.
Dicotomías de un absurdo
que aturde los sentidos
y te ingiere.
Farsantes, saltimbanquis,
trapecistas y cantantes,
cuentacuentos
y poetas,
todos aplauden.
Los jueces, impasibles,
siempre miran de reojo
y ocultan su miseria
a golpes de sentencia,
siempre justa,
siempre bella.
Te desangras
pero intuyes el remedio
y decides soportar
lo insoportable,
y darte una posibilidad.
A la mierda
la música de cámara,
los castillos en el aire,
la dulzura de los dulces
y el arte por el arte.
Impórtate tú
porque esta vida
es una rapsodia bohemia
de la que nadie
sale vivo.
Respira,
hasta que no puedas más
y se te quiebre la voz
de tanto usarla
y ya no quede ni un tequiero
por decir.
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