Supongo que ella no lo sabrá nunca, porque no recuerdo ni su
nombre completo, pero Fini, Serafina, mi profesora de lengua y tutora en 1º de
BUP, cambió mi vida.
Por aquel entonces yo estudiaba (o algo equivalente) en el
Instituto de Bachillerato nº 7 de Oviedo, conocido como "El Cristo"
por el barrio en el que estaba situado. No era un alumno especialmente
brillante, ni motivado, aunque siempre sentí curiosidad por saber
(afortunadamente). Aquel año fue muy duro. Mi situación familiar era complicada:
éramos una familia de gallegos desplazados sin arraigo familiar en la región,
mi padre cayó gravemente enfermo, y sufrió una convalecencia prolongada que
terminó con sus fuerzas y con el ambiente familiar. Moriría un año después. En
este punto no puedo dejar de citar a mi madre, la verdadera profesora que ha
cambiado todos mis malos rumbos. ¡Qué mujeres han pasado por mi vida! Sin dejar
de trabajar pudo con la muerte y pudo con la vida. ¡Eso es poder, ole su coño!
El caso es que con tal situación, catorce años, y un océano
de dudas pude haber zozobrado fácilmente. Caí en una clase (si no recuerdo mal
era 1ºB) un tanto complicada. Un elevado número de repetidores con pocas o
ningunas ganas de permitir un desarrollo normal del proceso educativo, un
centro que pronto sería desmantelado (por lo tanto no recibía apenas
inversión), profesores agotados, agostados, sin ilusión. Y Fini. Recién llegada
al centro. Ganas desbordantes. Fuerza y valor. Probablemente fue ella la que me
regaló mi más preciado tesoro: saber que yo puedo. No recuerdo qué enseñaba con
exactitud. No importa. Creo que los contenidos en estas etapas son accesorios,
tienen que estar, pero hay que construir un ser. Eso sí importa. Y lo que sí
recuerdo con todo el cariño del que soy capaz es su mirada: tierna, áspera,
dulce, exigente, apremiante, paciente, cómplice; su sonrisa, franca, limpia,
directa, justa, indulgente.
Aquel año fue muy duro, sí, pero Fini estuvo. Después he
tenido magníficos profesores, profesores mediocres y burócratas insufribles.
Tampoco quiero olvidarme de Carmen Becerra, mi otra luz, ya en la época
universitaria.
Gracias, Fini. Cada día, cuando entro en mi aula y me pongo
frente a mis alumnos, que tienen la edad que yo tenía entonces, y los miro,
también tú los estás mirando. Cuando les hablo, también tu voz les llega.
Gracias por enseñarnos.
Tu alumno, y profesor de lengua,
Álvaro.
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