Me llamaron extranjero y lo fui,
tan mágicas son las palabras.
No hay bandera que me colme, gritaba,
Yo solo vengo a sumar aquí.
No entendía el odio y su inquina,
mis huesos también se fracturan
cuando el origen se torna factura
que te hacen pagar a lágrima viva.
Y al volver fui extranjero doblemente,
extranjero por marcharme,
extranjero por la ausencia.
Un grado de existencia por debajo de don nadie.
Se comprende mi aversión a las banderas,
mi tesoro son mis manos, son mi voz y su empeño,
no el arraigo decadente y religioso a un credo
que sacraliza la sangre y deshumaniza la pelea.
Yo soy hijo de mi madre,
un apátrida infame,
un inmigrante que respeta la muerte.
Yo también soy inmigrante..., pero le tengo más respeto a la vida.
ResponderEliminarMe han encantado estos versos.
Gracias Cristina, yo a la vida la amo. A la muerte, que me resisto a amar, solo la respeto. Besos y miles de gracias!
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