Te miro
y no veo el reflejo de mi amor en tus ojos.
Tus palabras eran grandes, enormes:
amor, simbiosis, dulzura, sexo e intimidad,
respeto, locura, siempre, nunca, lealtad.
Crecí entre tus brazos,
hasta que tus brazos se hicieron barrotes
ahogándome en nombre de tu corazón.
Hasta que tus brazos se hicieron garrotes.
Mi cuerpo, antes soñado, es ahora
hercúlea columna en la que se estrella
la arbitraria sinrazón de tus manos,
locas de pasión.
Mi mente el repiqueteo continuo de la conciencia,
arrasada de raíz.
Cada zarpazo de amor me aproxima al delirio
en un lecho más de muerte que nupcial.
Me miro
y no ve más que muerte, tuya o mía.
y no veo el reflejo de mi amor en tus ojos.
Tus palabras eran grandes, enormes:
amor, simbiosis, dulzura, sexo e intimidad,
respeto, locura, siempre, nunca, lealtad.
Crecí entre tus brazos,
hasta que tus brazos se hicieron barrotes
ahogándome en nombre de tu corazón.
Hasta que tus brazos se hicieron garrotes.
Mi cuerpo, antes soñado, es ahora
hercúlea columna en la que se estrella
la arbitraria sinrazón de tus manos,
locas de pasión.
Mi mente el repiqueteo continuo de la conciencia,
arrasada de raíz.
Cada zarpazo de amor me aproxima al delirio
en un lecho más de muerte que nupcial.
Me miro
y no ve más que muerte, tuya o mía.
"...pero tampoco bien que le dure cien años"
ResponderEliminarUn RIP, Don Álvaro :)
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