Sentado frente al mar las olas me traen
los ecos de tu muerte, prójimo mío.
Mientras tanto, sólo mientras tanto recupero palabras
que tú has elevado a los cielos del parnaso,
si es que existe.
Me armo de latidos de corazón abierto,
de esperanza en el hombre
para pronunciar tu nombre que me llena la boca.
Me dejo mecer en la historia, sufriendo cada golpe
en carne propia, como un hombre que llora
ante el abismo de la derrota, aún en pie.
Esbozo una sonrisa en la última lágrima,
en el penúltimo verso,
que te ofrezco porque es ya tuyo,
hijo del sur.
Y si es cierto que el olvido está lleno de memoria,
olvidaré tu nombre junto al mío,
construyendo puentes,quemando naves.
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