Me despierto.
Aún sigues ahí.
Todo está bien.
Puedo intuir el silencio
que acecha tras la ventana,
a la vuelta de la esquina,
dentro de nada.
Ya no somos niños
que sueñan que aman
y sin embargo me resisto
a abandonar la cama.
A veces los relojes se paran
mientras el tiempo transcurre
y nos olvidamos de respirar.
El silencio también duele
y la monotonía asesina.
Las palabras resbalan,
insumisas, como ecos
del eco de una voz,
apenas audibles.
Sé que no soy yo.
Sé que no eres tú.
Pero sé también
que juntos somos.
No perdono ni un instante,
no te ahorres ni un tequiero
porque sé también
que juntos somos.
Me despierto.
Sigues ahí.
Todo está bien,
pero doy media vuelta
y vuelvo a dormir
para seguir soñando,
contigo.
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