Todo silencio es acuífero
cuando la luna viste elegante
y el tiempo se contrae
azuzando la nausea.
Los siempre y nunca se atenúan
y reflejan solo la belleza del instante,
como si vivir, como si escribir
fueran actos de rebeldía.
No objetamos por conciencia
ni por miedo, no sabemos
negarnos a ser vuelo,
a ser todo siendo nada,
un sueño que reverbera
al despertar en la mañana
y te endulza la boca,
un final feliz de comedia,
el inicio de una buena historia.
No vinimos a quedarnos,
a ser nombres en libros de texto,
nunca fuimos héroes.
Nunca lo seremos.
Ganamos aquello que perdemos,
la vida apostada a doble o nada
con cara de póker y farol,
un tiempo que fluye y resbala
como arena entre los dedos.
Ya no esperamos el éxito
si triunfar significa una muerte
de jardines y epitafios,
solo postergamos el momento
de entregarnos a una eternidad
que no bese en los labios.
Juntos, asidos de la mano,
sin alas para volar,
ya casi sin sueños,
y sin embargo volamos,
sin embargo soñamos.
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