Ayer te observaba en silencio,
tú bebías ajena y dichosa tu taza de té
y la vida sucedía alrededor.
Yo, mientras, respirando a medio pulmón,
rondándote desde la otredad,
deseando bailar a la luz de la luna,
no acertaba a existir en tu presencia.
Tu mirada traviesa saltaba de aquí para
allá,
evitando, en la medida de lo posible,
mi tendencia insana a la trascendencia,
y tus manos jugaban, nerviosas y seguras,
a doblar un corazón de tinta
que un poeta inconsciente te había
regalado.
Hoy te observo, en silencio,
amarrada todavía a la noche vacilante,
temerosa de tus sueños y mis sueños,
y te quiero aún más que antes,
aunque tú no me veas.
Un poema lleno de ternura y amor.
ResponderEliminarQuien puede doblar con tiento un corazón de tinta seguro que sabe apreciar al inconsciente poeta que pinta sentimientos.
¡¡¡Un abrazo enorme Álvaro!!!
¡Ojalá!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Raquel!