Los
alumnos miraban hacia el examen como un rebaño que presiente el matadero. El
reloj otras veces tan lento aquel día había decidido huir raudo, el tic-tac
asesino retumbaba en sus cabezas, ¿o eran sus corazones? Fuera, la lluvia
golpeaba con tal fuerza los cristales que se diría que estallarían en mil
millones de pedazos de un momento a otro. El profesor dio la orden de comienzo
y un silencio elocuente se adueño del aula, ni una tos, ni media palabra, solo
el suave sisear sostenido de los bolígrafos sobre el papel traidor que siempre
parece demasiado blanco. Veintitantas caras de concentración esforzándose al
máximo por una simple palmadita en el hombro. ¿Aprobar es aprender?
Que bonito! la verdad, es que es algo de lo que hay que cuestionarse
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