Han venido a llevarse por delante mis sueños
con sus crisis de valores, su realidad a manos llenas,
sus millones de culpas y su catálogo de penas,
a tatuarme en el alma un cruel e inmenso cero.
Me armo de valor y me armo de paciencia,
como corresponde a un triste y digno caballero,
aunque en mi lánguida cabeza orine un yelmo
como una bella metáfora de la decencia.
Han venido a hurtarme el futuro perfecto,
el corazón y la coraza y a mi amada Dulcinea,
con sus trajes de corbata y sus sonrisas de hiena
al albur de la inminente derrota de mi empeño.
Tú, amigo Sancho, lo comprendes:
yo me niego a dejar de ver gigantes.
No permitamos que nos arrebaten aquello que nos hace libres, querido caballero. Nuestros sueños y nuestras ilusiones, son el sustento de nuestras almas.
ResponderEliminarYo también me niego a dejar de ver gigantes...
Muy bueno, Álvaro, tus metáforas están siempre vivas.
Gracias Cristina. Aún me asombra tu obstinación en leerme. Qué responsabilidad.
Eliminarque bueno Álvaro!
ResponderEliminareste me encanta Álvaro...¿has navegado en alguna otra ocasión sobre la mugrienta superficie de la crisis?
ResponderEliminarEs un tema recurrente... ¿Has leído la entrada "Los sindiós", de octubre o noviembre del año pasado? Otra forma de verlo...
EliminarGracias por tu atención Ana, eres un sol!