Todos los días alguien muere,
todos los segundos de todos los minutos,
y yo puedo ser el siguiente.
De no ser por la lluvia
que limpia las calles grises
inundadas de tristeza,
de no ser por el sol
que después las seca
y de luz las viste,
de no ser por la inherente
falta de esperanza o trascendencia,
por la más negra nada,
habría que salir huyendo.
Huyendo como un alma
que el diablo lleva.
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