Sé escribir la mañana atrincherándome en los sueños,
esculpir la belleza a golpes de vistazo,
cocinar a fuego lento besos con abrazos
y dibujar corazones en tu espalda con mis dedos.
Pero la vida es otra cosa, la vida a veces duele
y te recuerda traidora la ausencia,
el hueco inerte de una presencia
que quizá se desvanece, pero no muere.
Y la miseria se me ofrece sexy y atractiva
porque esta historia, de amor como ninguna,
acabará como todas: un silencio, una urna
y, con suerte, una lágrima furtiva.
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