No supimos darle forma al silencio
que acabó por imponerse,
tiránico y austero.
Decidimos sobrevivir apenas,
como pollos sin cabeza
que huyen del olvido
y abrazan la intrascendencia,
ávidos de sí mismos.
Y por supuesto fracasamos.
Aquí nadie sobrevive.
Nunca imaginas el próximo dolor,
la penúltima traición,
pero acude, y te desalma.
Los clientes de la primavera nos observan
y fingen no entender nada,
estar vivos,
el orgasmo.
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