Ahora el tiempo sucede
y se multiplican las palabras
que vindican el vacío
de una existencia sin sino.
Todas las metáforas
resuenan insulsas
contra los muros de la patria mía,
un templo en ruinas.
Ya no sé quién soy.
Ya ni sé quién fui.
Devoré las páginas
de una historia nimia
y falaz,
y solo encontré
estridente silencio,
gritos ahogados,
un erial,
desolación.
¿Contra qué cargar
si no se ven molinos,
amigo Cervantes?
¿Y para qué?
No hay manera de cagarse y mearse
dignamente.
Nunca seremos héroes
porque la vida no es un cuento
y la muerte apenas importa si ya estás muerto,
pero duele si vives
y no hay bálsamo que lo alivie.
“Y luego, incontinente
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.”
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