La inercia es la vida,
aquello que te queda cuando todo se ha ido,
cuando te das cuenta de que ya no eres tan joven,
ya no eres tan guapo, y el futuro no se pone de tu lado.
Son las horas de tinta porque sí,
la búsqueda incansable de la nada,
otra forma de huir del abismo
sin joder al prójimo a sabiendas.
Es el fatum, el destino y el carácter,
aquella insoportable levedad del ser.
No tengo un catálogo de causas,
no trazo mapas que iluminen el camino
de aquí a allí, o viceversa;
me dejo ir con el viento y me contento
con dar esquinazo al enemigo,
la sospecha del vacío sustantivo.
La inercia permite apenas el aliento,
siembra y abona suspiros,
teje y desteje a su antojo
la tela inexorable del olvido.
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