Una buena mesa, desbordante de manjares
e imaginación, zumo fermentado de uva tinta,
palabras y gestos velados.
Dos besos en la mejilla, cálidos y desviados,
como promesas de una intimidad mayor,
más oscura y anhelante.
Tres versos repetidos, soeces y asonantes,
martillos que golpean las fronteras
inviolables de una cordura supuesta.
Cuatro monedas para regalar a los vientos
como simientes de prosperidad otorgada,
una metáfora del amor.
Cinco instantes para colmar los sentidos,
más uno:
el momento intelectual de reescribirlo.
Seis miradas furtivas, cenicientas de deseo
incontenible que prometen
lo mejor a medianoche.
Siete días eternos, un bucle de esperanza,
un terrible repetirse de agonía
solo molestado por la vida y la muerte.
Ocho alientos de felicidad,
inspiraciones a precio de oro y humo
que se desvanecen en el aire viciado.
Nueve tentaciones
hijas adoptivas de la oscura
perversión del pensamiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario