Hay personas que se sientan
en las terrazas que visten los bulevares
y observan el mundo suceder,
quedamente.
A veces apartan la vista un instante
y se recrean en su café,
siempre solo,
siempre amargo,
y piensan vaya usted a saber qué.
La ciudad se ofrece,
caleidoscópica,
a quien la quiera mirar,
coqueta y distinta,
ficticia y fugaz.
Hay quien corre y se apresura,
ávido de estar ávido,
en el afán de devorar vida,
aristócratas de un reloj
que creen rolex,
pero es de arena,
y corre.
Insulsa derrota.
Hay profetas del desamparo,
vendedores de milagros
y de drogas,
tanto monta,
monta tanto.
Su clientela se arrodilla
y reza o chupa.
La ciudad esconde ventanas
que siempre acechan,
jueces y parte de una miseria
que se oculta, que se derrama
y se tropieza
con mi terca mirada.
Hay quien dice,
y existe tras un murmullo
que sueña ser aire,
una palabra hueca,
un fuego en arrullo,
un poeta exangüe.
un poeta exangüe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario