Tú también puedes ser poeta,
embriagar la luna de querellas,
vender el alma al desamparo
o ahogar el verbo en alcohol.
Puedes incluso desvestirte,
ascéticamente,
impúdicamente,
y desnudarte para acostarte con todos,
en silencio o adjetivando cada gemido.
Quizá encuentres un palco
y quizá consigas una frase
-con sudor y suerte un verso-
que te acerque al parnaso y al orgasmo.
Pero escribir no es eso.
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