viernes, 6 de enero de 2012

Estado de la cuestión


I
Es un mundo de espejos que multiplican la inexorable mirada.
Conócete a ti mismo. Júzgate y condénate.
Es la sociedad de la culpa.
La redención cuesta un alma.

II
Relájese y disfrute. El espectáculo promete:
los profetas declaman el fin de los tiempos
vestidos de sacerdotes, disfrazados de políticos,
ocultando su inmenso vacío tras calculadoras
que saben solo sumar estupideces,
sin atisbar que los tiempos no fueron nunca nuestros;
los héroes se aprestan ávidos de su dosis de impostura
a partir a la batalla contra la nada,
y son vitoreados como héroes,
y quizá esté bien que así sea;
los gobernantes preparan un suicidio colectivo,
matarán primero al pueblo,
luego, si necessaire, irán ellos;
los cómplices, usted o yo, observan o escriben,
dejándose hacer, dejándose querer.
Los inocentes no están. No se les espera.

III
No todo es terrible.
Uno puede cerrar los ojos y basta.
Uno puede amar afortunadamente.
Uno puede, de vez en cuando, rebelarse
y mover una montaña
cambiándose de sitio.
Uno puede, de cuando en vez, dormir
y soñar sueños de justicia.
Uno puede, a duras penas, a dulces alegrías,
vivir.

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