No eres propiamente tú
quien te observa al otro lado
(¿de dónde? ¿de qué?)
y piensa entenderte/se.
Observas y te observan
sin necesidad de ocultamiento,
desnudo ante ti,
sin excusas.
Ahora ya sabes quién eres.
(¿Sabes ya ahora quién eres?)
Buscas palabras
que engendran un silencio
frío y equidistante,
cordial e ingenuo.
Te hinchas o te encoges,
tanto da.
No hay juicio que te sostenga.
No hay asideros.
Tú y tu vergüenza
(la extrema soledad)
compartiendo nada.
Miras más allá
y te estrellas.