No tengo palabras
que describan el silencio inabarcable
que tu nombre invoca.
La luz ciega
y permanecemos inmóviles,
aterrados.
No pudimos preverlo
ni supimos soñarlo.
Acepto la sumisión
terca y fútil
al espíritu de la rebeldía,
al verso impune,
al tiempo suicida.
Al fin y al cabo,
no nacimos ayer.
Suenan tambores de guerra,
para quien los sepa escuchar,
suenan adagios de paz.
El absurdo se entrevera
inconsistente
y cada paso se hace tibio
y reverbera.
Urge el instante.
Maldigo al espejo,
traidor y miserable,
que revela sin piedad,
que destruye sin ambages,
ahora
que ni los sueños
sueños son.
Perdemos primero la razón
y olvidamos nuestras metas,
luego perdemos la conciencia
y buscamos la razón.
Ironías de un destino
que nunca jamás existió.
Parco en odios,
en amores y en amigos,
extemporáneo,
adicto al olvido,
camino de la nada,
te sigo.
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