lunes, 11 de diciembre de 2017

Verdades que duelen

No escribo.
Las palabras me acechan,
sin atreverse a atacar.
Yo rumio en silencio,
pasto sinsustancias
y me dejo acechar.

Todos los instantes se sumergen
en un océano de banalidades
y el eco calla.
Nadie se muerde las uñas.
Nadie tirita.

Los anaqueles enmudecen
mientras el mundo los mira
y los ignora.
El futuro recordará
que un día fue pasado
y no aprendió,
de memoria.

No respiro,
sobrevivo hurtando el aire,
la voz y la esperanza
a un vacío de sentido
que subyuga,
que atenaza.

Los leones rugen al anochecer
e invocan la ley de la selva
mientras huelen sangre fresca
sintiendo la propia arder.

Los leones son leones,
las gacelas son gacelas,
dibujan los poetas
enarbolando galones.

No hablo.
Callo,
pero no otorgo.
No.
Tampoco callo.
Ni otorgo.
Ni león ni gacela.
Ni aire, ni voz,
ni poema.

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